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27 jun 2010

Capítulo 5

Capítulo 5
Amanda le había encontrado por los pasillos del instituto, y el mismo se había encargado de llamar a mi madre para que viniera a buscarnos. Había decidido marcharse a casa conmigo para tranquilizarme, con la escusa de que él estaba enfermo también. Mi madre, muy preocupada por el comportamiento que había tenido la mañana de aquel mismo día, y por la llamada de mi profesora Candi para que viniera enseguida a buscarme, firmó el parte de ausencia de Diego y el mío, y nos llevó a los dos a casa. Yo no paré de llorar, hasta que Diego decidió acostarse conmigo en la cama. Y me quedé dormida, oliendo su perfume. Desperté en mi cama a las cuatro de la tarde. A mi lado estaba tumbado Diego, acariciándome el pelo. Yo un poco confusa, me recosté en la cama.
-Hola, Bella Durmiente- me saludó mi amor.
-Hola, Príncipe.
Y sonreí. Entonces él me miró a los ojos y me abrazó fuerte. Yo le besé el cuello y nos separamos.
-Cariño, ¿Qué te ha pasado en clase? Nos has dado un buen susto…
Tragué saliva cuando empecé a recordar todo lo que había sucedido horas antes. Y empecé a respirar más fuerte, asustándome por las imágenes que invadían mi mente de Sonia y Mery atormentándome. Diego se dio cuenta y me volvió a abrazar, acariciándome la espalda.
-Tranquila, cariño. Tienes toda la tarde para contármelo… No te asustes. Tómate tu tiempo…
Inspiré hondo, tranquilizándome. Al lado de Diego me sentía totalmente protegida, y casi sin miedos… Pero ahora una duda invadió mi cabeza. ¿Le contaba la verdad? ¿O le mentía como había hecho con mi madre? Esta vez pensé detenidamente en las consecuencias que tendría decírselo: a lo mejor no me creería, a lo mejor se enfadaría y, encima, a lo mejor decidiría dejarme… ¿Quién quiere una novia loca? Pero, ¿realmente Diego era así? No… Diego me creería… Él me amaba por encima de todo lo real y de lo no tan real. Pero arriesgarme a perderle… Sin embargo prometí contárselo todo… Y decidí contarle mi problema. Le conté que las vi en el hospital antes de saber que estaban muertas, que soñé con ellas, que aquella mañana y en clase, las había vuelto a ver. Le conté con lágrimas el miedo que sentía cada vez que se me acercaban a mí. Le describí el aspecto de fantasmas que tenían ahora, que sabía que estaban muertas… Y le dije las palabras exactas de Mery, al decirme que me fuera con ellas, que yo también debería estar muerta. Y tras diez minutos de explicación, Diego se quedó totalmente en blanco. Noté que le había dolido oírme hablar de su hermana de esa forma tan aterradora, y supe que había metido la pata al contárselo…
-Diego, me voy a comprar la cena, enseguida vuelvo- cortó mi madre aquel silencio, en voz baja tras la puerta.
-Está bien, Isabel…
Y mi madre se fue al supermercado. Diego dejó de mirarme a los ojos. Ahora los tenía llorosos, y confusos igual que su mente.
-Diego dime algo… por favor.
-Sara yo… creo que me tengo que ir… Tengo muchas cosas que hacer…- se fue levantando de la cama, yo le detuve nerviosa.
-No me crees ¿verdad? Olvídalo todo, Diego. Lo siento, no tenía que habértelo contado…
-Sara, da igual… Me voy. Ya hablaremos.
Y no me dio tiempo a detenerle. Cogió su mochila y se largó. Oí como cerró la puerta de mi casa dejándome sola. Y comencé a llorar.

Diego llegó a su casa medio llorando. Ni siquiera dio explicaciones a su madre sobre sus faltas de asistencia. No la quiso escuchar y se subió a su cuarto, encerrándose. Dejó la mochila en el suelo, y se tumbó en la cama. Buscó en la mesilla la foto de su hermana Mery, y suspirando y llorando comenzó a observarla una vez más, como tantas noches desde hacía más de un mes. Pensó en lo mucho que la echaba de menos, y recordó aquellas mañanas de sábados, haciendo el desayuno, juntos, para dar una sorpresa a su madre, o cuando se aconsejaban el uno al otro sobre qué ropa ponerse en las fiestas de su pueblo, las películas de miedo que veían todos los viernes… Tantos momentos juntos, como hermanos que eran. Y luego, ella se fue. Para siempre. Diego escondió su cara mojada en la almohada y encontró otra foto. La sacó para mirarla. Era mía. Diego se avergonzó de haberse enfadado conmigo. Estaba tan preciosa en esa foto. Mis ojos verdes le hipnotizaban, y le provocaban una gran sensación de paz por dentro. Diego no podía estar ni un día sin mí, y ahora me necesitaba más que nunca. Por eso, se detuvo a pensar, en que a lo mejor lo que decía podría ser cierto ¿no? Diego y Mery siempre fueron muy creyentes de los hechos paranormales. Habían visto tantos documentales de aquellas cosas extrañas que le suceden a la gente, que acabaron creyéndoselo. Y una de ellas, y de las más típicas, son las personas que tienen el poder de ver fantasmas y comunicarse con ellos. ¿Por qué no iba a ser Sara una de esas personas? Y poco a poco, observando la sonrisa de mi foto, empezó a creerme, y sentirse cada vez más culpable por haberme dejado así de sola en mi casa. Sola. De pronto, le entró el pánico. ¿Y si me había pasado algo? ¡Y todo por su culpa! Por tonterías suyas… Corriendo salió de su habitación dejando mi foto y la de Mery encima de la mesilla. Bajo las escaleras, y, cuando pasó por delante del salón, cogió una rosa del jarrón que había sobre la mesa. Y salió de casa en dirección a la mía sin dejar de correr. Cuando por fin llegó llamó a la puerta y le abrió mi madre que se sorprendió al verle en la calle:
-¡Diego! ¿Pero tú no estabas aquí con Sara?
-¡Lo siento, Isabel! ¡He tenido un percance!
-Bueno, pasa, Diego. No pasa nada. ¿Sara sigue durmiendo?
-No creo…
Y entró corriendo hacia mi habitación. Antes de entrar llamó a la puerta:
-¡No quiero hablar, mamá!- le contestó una voz llorosa.
-No soy mamá…
Yo reconocí su voz detrás de la puerta, y la abrí corriendo a pesar de lo horrorosa que estaba en ese momento. Tenía los ojos hinchados y rojos, el pelo enredado en una coleta que parecía de todo menos coleta, y la nariz y la cara húmedas totalmente. Desde que Diego se había ido enfadado yo había estado llorando todo el rato. Diego me miró, y se arrepintió muchísimo más de haberme dejado sola en casa, por un enfado tonto…
-Diego…- suspiré.
Y le abracé con el miedo en el cuerpo, de pensar que le había perdido. Le abracé como si no quisiera soltarlo nunca más. Como si lo necesitara para vivir. Y empecé a llorar, porque el corazón se me encogió ante aquellos pensamientos. A Diego en cambio, se le encogió el corazón al verme así de triste…
-Perdóname, Diego…
Y me separó de él sin mucha brusquedad y me miró a los ojos agarrándome con una mano la barbilla:
-¿Pero tú eres tonta? Si alguien tiene que pedir perdón soy yo… He sido un auténtico gilipollas… No sé ni por qué me he enfadado porque, lo he estado pensando y, te creo Sara. Y quiero apoyarte, y ayudarte en todo lo que pueda… Nunca me voy a ir de tu lado si tú no me lo pides… Y te aseguro que si me lo pides, moriré…
Le miré a los ojos. Él también había estado llorando, y estaba a punto de hacerlo. Se había arrepentido de dejarme sola. Me quería. Y yo le amaba. Intenté dejar de llorar para sonreírle, y pasé mi mano por su nuca, rozándole el pelo con la punta de mis dedos. Pasé mi otra mano por su cintura, y le empujé lentamente hacia mí. Luego, le besé, perdonándole todos los pequeños fallos que había cometido. Cuando terminamos de besarnos, nos abrazamos, y suspiramos. Estaba claro que no podíamos estar el uno sin el otro. Nos necesitábamos.
-Entonces, ¿me has perdonado?
-Diego, te he perdonado desde que no he podido evitar abrazarte.
Y un beso. Y otro. Y una rosa regalada. Y una tarde que acababa de empezar.

En otro lugar de la ciudad. A esa misma hora, exactamente en la casa de Amanda, en su Messenger apareció una ventanita que le informa de que alguien se ha conectado. Miró, sin muchas ganas, a ver quién era. Iván. El corazón le empiezó a latir con fuerza. ¿Hablaba con él? ¿No lo hacía? No necesitó preguntárselo más. El habló por ella:
‘’Hola, guapa’’
‘’Hola’’
‘’ ¿Qué tal estás? Hace mucho que no sé nada de ti…’’
‘’Yo estoy bien ¿y tú? Ya, hace mucho que no vienes con nosotros…’’
‘’ Ya bueno… es que ahora me voy con Íhan y su grupo…’’
‘’Ya me he enterado…’’
Y hubo un silencio, e Iván no aguantó más con ello:
‘’Hermanita…’’
A Amanda se le aceleró el corazón.
‘’ ¿Si…?’’
‘’Que te echo mucho de menos, y que aunque me vaya con ellos, tu y yo quedamos algún día… ¿Verdad?’’
‘’Si quieres…’’
‘’Un día te vienes con nosotros, te los pasarás bien. Bueno, me voy, Te quiero…’’
Y se desconectó. Amanda estaba que no le cabía la alegría en el pecho. La había vuelvo a llamar hermanita, le había dicho que la echaba de menos, que un día quedaría con ella… Los dos, juntos.

1 comentario:

  1. ola me encanta tu historia sigue escribiendo porfavor lo haces muy bien besos

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